A los seres humanos nos es necesario vivir en grupos conformados por la familia y la sociedad. Convivencia que aumenta el sentimiento de que nuestra vida tiene sentido y propósito. La acción de vivir en comunidad nos ha permitido aumentar nuestra capacidad de sobrevivencia y resistencia, ante todo durante la niñez, período en el que dependemos de otros para la provisión de alimentos, protección y defensa.
A diferencia de otros mamíferos poseemos un cerebro con gran capacidad de aprendizaje, de habla y comunicación. Las consecuencias de no saber convivir con otros nos llevan a tener problemas en las relaciones sociales como: aislamiento social, que puede derivar en depresión o falta de autoestima, sufrir de ansiedad. La comunicación no asertiva, tanto cuando nos dirigimos a nosotros mismos como a otros, nos lleva a la victimización, estado mental en el que con facilidad surgen toxinas mortales en nuestras relaciones porque caemos en la queja, la crítica, el chisme, la negatividad, y las excusas para justificarnos.
Quejarnos de manera crónica nos vuelve negativos y pesimistas, activa el cortisol, la hormona del estrés, el sistema inmunitario se debilita, la presión arterial aumenta, lo que aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardíacas y otras dolencias. Otra desventaja de las quejas constantes es que pueden conducir a la inacción porque asumimos que alguien más es quien debe actuar o resolver.
Crítica. La crítica mal formulada es destructiva, genera profundos sentimientos de indefensión en la persona que la recibe, cuando el mensaje que recibe no se centra en una situación específica, y se utiliza como pretexto para dirigirse a ella, a su identidad, a sus cualidades, para desvalorizarla y descalificarla.
Negatividad. La mente negativa afecta nuestra salud mental y física, aumenta el estrés y la ansiedad, reduce nuestra capacidad para disfrutar de la vida y nuestras relaciones interpersonales. Cuando somos negativos tenemos tendencia a buscar excusas, culpabilizar a otros, a victimizarnos y a ser reactivos, porque pensamos en cosas que se escapan de nuestro control. La negatividad se pone de manifiesto cuando nuestros pensamientos no nos permiten ver posibilidades, sino escasez y problemas.
Inventar excusas. Ponemos excusas cuando buscamos eludir nuestra obligación al no haber hecho algo que sabemos que sí teníamos que hacer y pretendemos sentirnos menos culpables por ello.
Ser chismosos. Un chisme suele pretender enfrentar, o predisponer a una persona contra otra, aunque a veces es simplemente algo negativo que se murmura de alguien, en otras oportunidades puede ser hablar de otros con mala intención. Herirlos.
“Quién transmitiría mensajes de odio y ataque si entendiese que se los está enviando a sí mismo”. Revisemos honestamente cuánto de esto ponemos en práctica al relacionarnos con otros.
Carolina Alcázar