Muchas veces nuestra mente complica aún mucho más lo que pueda estar sucediendo en nuestra vida en un momento determinado, pues no estamos conscientes que todo, sin excepción, todo lo que sucede en nuestra vida son únicamente experiencias y oportunidades que Dios nos está dando para poder sanar alguna de nuestras creencias erróneas.
Y aunque usualmente en nuestra naturaleza humana tendemos a resistirnos o rechazar aquellos eventos o situaciones que nos producen dolor, tristeza, miedo o enojo, cuando aprendemos a confiar en que es el Orden Divino quien permite que ocurra lo que tiene que suceder, en el momento que tiene que ser, ni un minuto antes, ni uno después, es necesario que nos permitamos en esos momentos de prueba, reconocer nuestra emoción, nombrarla y abrazarla para poder empezar a buscar las distintas opciones de solución y aprendizajes que traen como regalo. Dios quiere que cuando pidamos su ayuda, oremos sin tener expectativas, que no le demos indicaciones de cómo queremos que salgan las cosas pues Él ya sabe que es lo mejor para nosotros incluso antes de pedírselo. A base de experimentarlo, aprendí, que Dios sabe mejor que yo qué es lo que en un momento determinado es lo mejor para mi proceso evolutivo.
La oración es la forma como nos comunicamos con Dios y la meditación es el medio que nos permite escuchar las respuestas. Dios habla en nuestro corazón y para escucharlo es necesario acallar la mente. Debemos estar atentos pues las respuestas de Dios pueden llegar a nosotros de distintas formas: un taller, un curso, una llamada telefónica, una película, un libro, un podcast, una conversación, etc.
Al orar a Dios, no le pongas tiempo y condiciones, no interfieras en Sus planes, no hagas nada, únicamente confía, mantente atento, espera con quietud y en silencio, Él te dará siempre las respuestas correctas y las soluciones perfectas.
Carolina Alcázar