Renunciar para aprender a fluir en la vida

Vienen a mi mente algunas de las renuncias que nos invita Gerardo Schmedling en su libro: “Aceptar, para vivir sin sufrir”, a poner en práctica, si lo que queremos es fluir en la vida en lugar de sufrir. En el libro encontrarás un listado de 38 renuncias, de las cuales he puesto en práctica algunas y he podido verificar su validez. Acá te comparto algunas de ellas:

Renunciar a imponer a otros las propias creencias, razones o verdades.  

Nuestras creencias son nuestras posesiones y cuidado con quien ose ponerlas en duda.  Poner en práctica esta renuncia me enseñó a darme cuenta de que cada uno tiene sus propias experiencias de vida, y que según haya sido educada esa persona, y haya logrado comprender e integrar a su vida esos conceptos, así habrá configurado su forma de creer, pensar, sentir y actuar.  Cada uno es dueño de su propia verdad.  

Renunciar a condenar las actitudes de los demás.  

De esta renuncia aprendí que no tenemos la más mínima idea del por qué las personas actúan como lo hacen.  Que lo que digamos o condenemos de ellas habla más de lo que nosotros aún tenemos en sombra porque no nos hemos dado permiso de aceptarla como un defecto, carencia o debilidad nuestra, o bien porque no nos hemos dado permiso a desarrollar nuestra grandeza y por eso le condenamos o envidiamos.  

Renunciar a ofenderse por lo que los demás digan o hagan.   

Cuando lo que otros dicen o hacen nos ofende, nos convierte en esclavos de las opiniones de los demás, poniendo de manifiesto con nuestra reacción, el sentimiento interior de inferioridad que tenemos, algo que hemos tratado por todos los medios para que los otros no nos perciban así.  Vale la pena poner en práctica el consejo de Elbert Hubbard: “No te tomes la vida demasiado en serio.  No saldrás con vida de ella”. 

Renunciar a contradecir aquello con lo que no se está de acuerdo. 

Esta renuncia me vino a mí como anillo al dedo, pues durante décadas pensé que quién no pensaba como yo estaba contra mí.  Nada más falso que eso, pero en esa época no lo sabía.  Sostuve por años el impulso de querer convencer al otro a qué pensará como yo, o bien a hacerle ver que estaba equivocado.  No fue sino a través de practicar estas renuncias que pude encontrar en mi interior la verdad.  Hacerme preguntas en lugar de justificar porque creía que estaba en lo correcto me permitió ir un poco más allá de lo obvio.  Me cuestioné: Carolina, ¿cuánto te permitieron durante la niñez expresarte?  R// No me lo permitieron.  Me mandaban callar.  Si no valoraban tu punto de vista ¿te sentías rechazada o inadaptada? R// Sentía ambas cosas.  ¿Cuánto te molestaba que te obligaran a creer en algo que a ti no te hacía sentido? R// Muchísimo.  Me sentía invalidada emocionalmente, pensaba que mis emociones y sentimientos eran irrelevantes o carecían de importancia.  Una vez que encontré la verdad, comprendo e integro en mis conocimientos, que las personas no tenemos que pensar ni sentir lo mismo y que cada uno tiene su propia verdad y es dueño de ella. 

Carolina Alcázar

Escucha el Demo

La versión del libro De Regreso a Casa en audio, leído por Carolina Alcázar.

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