¿Has visto en alguna oportunidad la gráfica de la rueda de la vida? Esta es una herramienta que nos permite evaluar de manera gráfica nuestro nivel de satisfacción en las distintas áreas de nuestra vida, así como el grado de equilibrio que hay entre ellas. El resultado, podemos utilizarlo como base para establecer un plan de acción de desarrollo personal. Evaluaras ocho áreas: salud, dinero, amor, familia, profesión, desarrollo personal, amigos, ocio. Todas ellas funcionan gracias a nuestra energía vital, esa fuerza que mantiene el equilibrio de la salud espiritual, emocional, mental y física.
A través de lo que ha tocado vivir, me he podido dar cuenta, que lo que más usa nuestra energía vital es el conflicto emocional, que, dicho de otra forma, son esas vivencias internas que producen malestar e impiden nuestra expresión plena. Cuando no nos gusta lo que nos sucede en la vida, reaccionamos desde nuestros patrones de respuesta emocional aprendidos en la niñez: enojo, asco, miedo, tristeza, con la idea inconsciente de evitar riesgos, llegando inclusive a negar lo que estamos sintiendo. Esconder o reprimir las emociones favorece el desequilibrio en las diferentes áreas de nuestra vida.
Aceptar las cosas que están sucediendo no quiere decir que te tiene que gustar, que estés de acuerdo o lo apruebes. Aprender a aceptar la realidad es comprender que no es necesario entrar en conflicto, es comprender que es más valiosa una relación que un concepto, es comprender que la felicidad no consiste en ofrecer resistencia a las cosas, sino en dejarlas fluir, es comprender que las circunstancias cumplen un propósito de amor. Aceptar, quiere decir: esto es lo que hay. La realidad no necesita de nuestra aprobación, las cosas suceden nos gusten o no. En lo personal me ha ayudado repetirme la frase: “Todo lo que ocurre es perfecto y necesario o no ocurriría”. ¿Por qué es perfecto? Porque está causado por la consciencia. La consciencia es eficiente y no haría nada que no fuera necesario. El problema no es de la realidad, el problema es nuestro, de nuestra mente que pone etiquetas a la realidad que no coincide a veces con lo que consideramos que es perfecto y necesario. Decimos cosas como: Yo no quiero eso, eso es desagradable, eso es malo, etc. Sea lo que sea que está ocurriendo es perfecto y necesario para el alma, aunque no lo sea para el ego, o no estaría ocurriendo.
Qué deseamos hacer con la realidad o cómo vamos a elegir reaccionar, según sea nuestra elección, fluiremos o la resistiremos y pelearemos contra todo. Esto último es lo que comúnmente hacemos. Donde sea que hayamos aprendido a hacerlo, es momento de deshacer la creencia que no aceptar los hechos los modifica. Resistir no modifica absolutamente nada. Contrario a eso, ser reactivos nos lleva a convertir el dolor en sufrimiento. Toma consciencia de tus pensamientos y el efecto que tienen en ti. Aprende a cambiarlos, si no sabes cómo, busca ayuda terapéutica.
Los efectos de aceptar la realidad son siempre los mismos: 1- Paz interior. 2- Si aceptamos la realidad, la situación cambia por sí sola, no tenemos que hacer nada para cambiarla porque ya la hemos comprendido y ya no tiene nada para enseñarnos. No me creas. Verifícalo.
Carolina Alcázar