Cuando algo de ti, te cansa, te duele o molesta tanto como para desear cambiarlo, es importante que reconozcas que eso que soportaste por años como una actitud o forma de vida, llego a su fin. Antes de llegar al hartazgo pasaste por procesos en los que, con la idea de gustar, pertenecer o ser amada, te ignoraste, te rechazaste, te abandonaste, al punto que era más importante para ti llenar las expectativas que los demás tenían de ti, que conocer, cubrir y satisfacer tus propias necesidades. Todo aquello que te prohibieron, que te dijeron que era malo o te negaste a hacer, aunque toda tú anhelabas hacerlo, se guardo en tu interior en forma de sombra, de resentimiento, miedo, ansiedad, insatisfacción, amargura y frustración.
Llegar al punto de quiebre o cambio, requiere que dejes la actitud de víctima o victimario, ambas son caras de la misma moneda y solemos ponerlas en práctica muchas veces aún muy a pesar nuestro y nos han servido como moneda de cambio con la que hemos manipulado o controlado a otros. Puede que por ello te aterre la idea de hacer el cambio que tu alma anhela que lleves cabo. Es totalmente natural sentir miedo, sobre todo ante el hecho de enfrentarnos a nuestros dragones internos. Pero te aseguro que vale la pena hacerlo, porque cuando nos negamos a nosotras mismas una salida para expresar nuestro lado oscuro, este se acumula y se vuelve en una fuerza poderosa que es capaz de destruir nuestra vida o la vida de quienes nos rodean.
Dice Debbie Ford “que todo lo que rechazamos tenemos que mantenerlo por debajo de nuestra consciencia, tenemos que enterrarlo”. Por eso lo llamo el efecto de la pelota de playa. ¿Sabes cuanta energía se ocupa para mantenerla debajo del agua? Si manejas tus emociones de la misma forma, estas sujetando tu auto egoísmo, tu auto enfado, tu auto demasiado bueno, tu auto no eres lo suficientemente buena. Cuando eres joven probablemente puedes controlar varios de esos aspectos, pero ¿qué sucede cuando estas a la mitad de tus posibilidades, tienes las defensas bajas o estas enfocada en eso que deseas lograr, de repente alguien hace algo que no esperabas o deseabas? Pasa que todo eso que tenías reprimido, boom, explota, salta y te da en la cara. ¿Te das cuenta? Todas esas emociones reprimidas que estuviste, durante mucho tiempo, tratando de controlar, de repente salen buscando ser liberadas y sanadas. Cuando no te ocupas de tu dolor, tu sombra o tus insatisfacciones, esa parte negada en ti, se acercará sigilosamente y te pillará desprevenida en el lugar que menos te imaginas.
Busca ayuda terapéutica si consideras que no puedes hacerlo sola, pero es necesario que elimines de tu vida las prohibiciones de: sentir miedo, colera o tristeza. Es momento de darte permiso de cometer errores y distinguirte por tus talentos. De tener amigos y amigas, de tener tus propias cosas y espacios individuales y de manifestar afecto, con palabras y con gestos. Ya por último y no por ello menos importante, acaba con la prohibiciones o mandatos que te dieron cuando eras niña: de pedir, de decir que no quieres hacerlo o no estas de acuerdo, elimina la prohibición de expresarte o tener juicio propio. Haz tantas listas como sea necesario para que puedas hacerte consciente de todo lo que esta vibrando en negativo dentro de ti y puedas empezar tu proceso de cambio y sanación.
Carolina Alcázar
