Podemos llegar a confundir el conocimiento con la sabiduría y no necesariamente son lo mismo. El conocimiento se refiere a la acción y efecto de adquirir información valiosa para comprender la realidad por medio de la razón, el entendimiento y la inteligencia. Por su parte la sabiduría, aunque también es considerada como una cualidad que se le atribuye a quien posee una gran cantidad de conocimientos, distingue y diferencia al conocedor del sabio en la forma en que éste último usa su conocimiento, porque lo hace con prudencia y sensatez. Una vez hecha la aclaración, deseo ahora compartir contigo el mensaje que recibí hace pocos días en WhatsApp. Llegó a través de una reflexión en el chat que tengo con amigos en el que todos hemos cruzado los sesenta años y nos dirigimos a los setenta. Habla sobre ¿qué tipo de cambios está sintiendo una persona en su vida a esa edad? Me planteé la misma pregunta y estos son ocho de mis hallazgos:
- Puedo aseverar que el amor que durante años he tenido la necesidad de sentir por mis padres, por mi esposo, mis hijos y mis amigos, ahora es totalmente posible porque antes de amarlos debía amarme a mí misma. Ahora los amo como nunca.
- Que ni la familia, la pareja, los hijos, la cultura ni la sociedad son responsables de mi paz y mi felicidad, eso depende exclusivamente de cómo yo elija responder ante lo que sucede nunca de lo que ellos dicen o hacen.
- Que los niños y los ancianos pueden ser nuestros más grandes maestros de vida. De los primeros podemos aprender de su inocencia, curiosidad e interés por el aprendizaje continuo. De los adultos mayores podemos aprender cómo superar las adversidades de la vida y aprovechar esta etapa para seguir aprendiendo, viajar, apreciar las cosas importantes y disfrutar de nuestra familia y amigos.
- Por dos grandes razones he aprendido a ser generosa con los cumplidos. 1- Sube el ánimo de quien lo recibe y 2- Sube el mío también porque si puedo reconocer lo bueno en otros es porque antes lo descubrí y validé en mí. Son mi reflejo.
- He aprendido que mi valor personal no viene de otros hacía mí, sino que soy yo misma quien dicta mi valor.
- Aprendí que vivir de prisa nos hace perder la atención en las cosas que nos rodean por eso muchas veces las damos por sentado y no las apreciamos.
- La sabiduría me ha permitido mejorar mi vocabulario: ya no digo “no puedo” en su lugar me pregunto ¿cómo puedo lograrlo? Los “imposibles” los sustituí por “si es posible para otras personas es posible para mí también”.
- Acá sigo, aprendiendo cada día su propio afán y dejándome sorprender por la vida.
Mi invitación hoy es a que te mires con amor, no con un “deber ser”, sino con un “saber estar”.
Carolina Alcázar