La codependencia es una enfermedad emocional y se caracteriza por una gran necesidad de controlar la conducta de las demás personas, que además nos impide tener relaciones interpersonales sanas.
Ser codependiente significa que en alguna forma “ayudamos” a que nuestro familiar o amigo adicto continúe consumiendo alcohol o drogas y a retrasar el momento en que llegue a “tocar fondo”. Tocar fondo es el momento en que el adicto llega a tal grado de sufrimiento y pérdida en su vida, como resultado de su consumo de drogas o alcohol, que ya no puede más y se ve obligado a reconocer que tiene un problema, que ha perdido el control de su persona y de su vida y que necesita ayuda para recuperarse. Ojo, esto no significa que somos culpables de su adicción, pero si somos responsables de la forma en que nos manejamos respecto de ella y de cómo y cuánto permitimos que afecte nuestra propia vida.
Actitudes y comportamientos de las personas codependientes:
• La persona codependiente, no se da cuenta que ella misma necesita ayuda. De hecho, no cree que tenga un problema que sanar.
• Se siente muy satisfecha de ser necesitada, buena y útil, porque esto la hace sentirse valiosa para alguien y le “garantiza” de alguna manera que no la van a abandonar. Por eso es tan común que la persona codependiente lleve un “recuento” de todo lo que hace por los demás, cómo se sacrifica, cómo sufre, cómo lo ha apoyado, etc.
• Cuando la persona codependiente está enojada, establece fuertes límites y amenazas, pero no los sostiene. Usa frases como: “La próxima vez me voy a ir”, “Si lo vuelves a hacer te vas de la casa”, “No voy a permitirlo más”, “Ahora si me divorcio”. “Esta es la última vez que…”, etc.
• Sus sentimientos, pensamientos y deseos son dolorosamente ambivalentes: Ama y odia al adicto, lo culpa, pero también lo justifica, quiere irse, pero también quedarse, está harta de él, pero también lo necesita.
• El codependiente actúa como víctima, cuando se queja constantemente de su situación y de lo que le hace el adicto. Asume el papel de rescatador cuando lo sermonea, lo aconseja y trata por mil medios de “salvarlo”. Cuando actúa como perseguidor, lo agrede, insulta, amenaza y castiga.
• Tarde o temprano el codependiente presentara graves síntomas, como depresiones profundas, insomnio, angustia, amargura y enfermedades físicas. Además, suele mentir por el adicto, inventa historias para encubrirlo; lo sobreprotege; le resuelve los problemas que crea con su adicción: “Me golpeé al caerme de la escalera”, “está en cama enfermo, por eso no irá a trabajar”, etc.
¿Te sientes familiarizada con todas o algunas de estas situaciones? Cualquiera que sea tu historia, probablemente te duele ver como esa persona a quien tanto quieres, destruye su vida. Si tu deseo es ayudarle a recuperarse, busca ayuda tú también, porque por lo general la forma en que lo ayudas, es más el resultado de tu codependencia que la forma adecuada para ayudarle, y puedes a la larga, estorbarle más que ayudarle a sanar.
En su libro “Te voy a contar una historia” Martha Alicia Chávez recomienda:
• Que ames a tu ser querido incondicionalmente. Comprende que no es malo, vicioso o pecador, sino que está enfermo.
• Ponle límites y deja de solucionarle los problemas que genera con su adicción, permitiéndole vivir las consecuencias de lo que hace.
• Si vas a intervenir hazlo de la manera adecuada, si no sabes cómo hacerlo, busca ayuda.
• Ora por él. Pídele a Dios sin decirle que es lo que debe de hacer, confiando en que sabrá cómo y para qué utilizar la luz que genera tu oración.
Pasos para sanar la codependencia:
• El primer paso es que salgas de la negación y reconozcas todas las consecuencias desastrosas que tu codependencia ha causado en tu propia vida.
• Que reconozcas que el verdadero nombre de aquello a lo que llamas “ayudar” es: manipular y controlar, para sentirte “buena persona” e indispensable.
• Que reconozcas tu parte de responsabilidad en lugar de sentirte su víctima.
• Y, por último, que reconozcas que, para poder sanar, necesitas la ayuda de un Poder Superior, y de las otras personas, libros, grupos de apoyo, etc.
La familia puede ser un factor de ayuda o un estorbo –cuando es codependiente- para la recuperación del adicto. Si el adicto no acepta recibir ayuda por propia convicción, no funcionará ningún tratamiento. Es una realidad triste, pero es así. El que el adicto se niegue a cambiar, reconocer o recibir ayuda no significa que la familia, amigos o jefe tienen que seguir “soportando” las consecuencias de su adicción.
Es mucho el miedo que experimentan los familiares de adictos cuando se ven obligados a tomar decisiones drásticas, pero es necesario experimentarlo. Muchos piensan que ponerle límites al adicto o permitirle vivir las consecuencias de su consumo será peor; que lo mejor es seguir teniéndolo en casa, mantenerlo cerca para “cuidarlo”, aguantar todo lo que haga, permitirle que vaya, venga, mienta, cometa actos deshonestos y hasta consuma en casa, mientras todos pretenden que no pasa nada.
Este difícil dilema lo enfrenta todo aquel que está relacionado con un adicto. Sobreprotegerlo es lo peor que puedes hacer. La cruda realidad de esas actitudes de codependencia es que alimentan la adicción, empeoran las cosas y retrasan el momento en que el adicto toque fondo.
Por su parte, la codependencia atrapa e impide tomar decisiones sanas para todos, e impulsa a seguir aguantando al adicto, a sobreprotegerlo y a permitir que les afecten las consecuencias de su adicción, esa es una actitud que no ayuda a nadie: ni al adicto, ni a la familia. Si este es tu caso, por favor busca ayuda.
Carolina Alcázar