Tanto la abundancia como la escasez son estados interiores que se manifiestan en nuestra realidad.
Con la idea que puedas ser consciente de la abundancia ilimitada con la fuiste provisto al nacer, te invito o propongo que ensayes el siguiente ejercicio durante dos de semanas para ver cómo cambia tu realidad:
- Dale a los demás todo lo que sientas que te están negando.
- ¿Te falta algo? Actúa como si lo tuvieras, y te llegará. Así, al poco tiempo de comenzar a dar, comenzarás a recibir. No es posible recibir lo que no das.
La fuente de toda abundancia no reside fuera de nosotros, es parte de lo que somos. Reconoce la plenitud de la vida que te rodea: el calor del sol sobre tu piel, el color y el aroma de las flores, siente en tu boca el jugo delicioso de una fruta, o a lo mejor la sensación de mojarte bajo la lluvia.
Podemos entonces darnos cuenta que encontramos la plenitud de la vida a cada paso. Reconocer la abundancia que nos rodea despierta la abundancia que yace latente dentro de nosotros y entonces es solo cuestión de dejar fluir.
Jesús lo dijo así: “Porque al que tenga se le dará más, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará”.
Carolina Alcázar
