De Byron Katie tomamos la frase: “Trato a los demás como me trato a mí misma, porque comprendo que los demás son yo”. Frase que me lleva ahora a querer ampliar un poquito más al respecto. En el evangelio de San Marcos 12:30-31 dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero ¿Cómo amar a otros cuando aún no hemos aprendido a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos en nuestra totalidad?
Para poder amar bien es necesario: Librarse de los ideales románticos y aprender sobre lo que es el verdadero amor y cuáles son sus características. Cada vez tengo más claro que amar no es poseer. Amar no es depender. El mejor ejemplo es el amor que siente Dios por nosotras. Su amor hacía nosotros esta basado en tres pilares: Libertad. Nos deja vivir nuestras consecuencias. No nos retira su amor. Veamos una por una de esas características:
- Libertad. Nos ama tanto que nos dio el libre albedrio, la habilidad y el poder de decidir libremente y voluntariamente, la forma en que deseamos experimentar la vida. Él sabe que todas nuestras elecciones, que, por cierto, nunca juzga ni de buenas o de malas, porque las reconoce todas como parte de su creación, por lo tanto, nos permite elegir si queremos aprender y evolucionar desde el amor o desde el dolor. Él tiene claro que ambos caminos sirven para la evolución de nuestra alma. Aunque cada uno de ellos se experimenta de formas totalmente diferentes.
- Vivir nuestras consecuencias. Erróneamente aprendimos a mal interpretar las consecuencias como castigo. La consecuencia es el hecho o acontecimiento derivado de una acción nuestra. Varias cosas pueden resultar si actuamos inadecuadamente: las personas se mostrarán a menudo con nosotros resentidos o rencorosos, pueden provocarnos en forma deliberada, o sentir deseos de vengarse. Nos culparan por nuestros errores o mal comportamiento. Estarán a la espera de nuestra reivindicación y arrepentimiento. Pero todo ello sucede únicamente en el reino del ego. En el reino de Dios solo existe amor hacía nosotros porque nos sabe inocentes (no sabemos lo que hacemos. Ya lo dijo Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Nuestra ignorancia (falta de conocimiento) nos muestra ante su mirada como niños pequeños en pleno aprendizaje, por lo tanto, no nos condena. Aprovechemos ese regalo entonces y aprendamos de nuestros errores. Volvamos a elegir. Reparemos cuando sea posible. Y comprometámonos a no volver a cometer el mismo error. Ten siempre presente que Él, no necesita castigarnos para que aprendamos. Nos permite todo con un propósito mayor, evolucionar. Esta en nosotros o no, aprovechar nuestras fallas como un trampolín hacía la trascendencia.
- No nos retira su amor ni lo condiciona a nuestras acciones. Nos ama tal cual somos. Es de Él, de Su voluntad que vienen todas y cada una de nuestras situaciones de vida, nos las da para que las aprovechemos para reconectarnos a su amor y recordar quién realmente somos. Esto implica tener claro que no somos ni el cuerpo, ni nuestra mente, ni lo que hacemos o lo que tenemos. Somos almas teniendo una experiencia corporal, buscando cada uno la forma de reconexión con Él.
Carolina Alcázar