Por años estuve buscando, ¿Qué era exactamente lo que buscaba? no lo tenía claro, pero presentía que, al encontrarlo, mi corazón me haría saber que la búsqueda había llegado a su fin. Viéndolo en retrospectiva, ahora puedo reconocer que no eran uno, sino varios los temas que necesitaban mi atención. Uno de ellos, el mayor creo, era sentirme separada de Dios y no fue porque no haya sido introducida en mi vida la creencia en Él, sino por cómo mi mente interpretó lo que me enseñaban, tanto dentro de la religión, como en los mensajes contradictorios de crianza y educación.
Crecí bajo la guía de las creencias religiosas católicas de mi madre y su fe en la Virgen de Guadalupe. Estudié parte de mi infancia, y los años de secundaria, en un colegio católico para mujeres, dirigido y guiado por Hermanas de la Orden de los Bethlemitas. A pesar de tener tan solo 8 años de edad, solía cuestionar a las monjas sobre las cosas no le hacían sentido a mi mente, llegando incluso a comentar, que el Dios del que hablaban, a mí no me hacía sentido. Incluso le dije a una de ellas, sin pena a ser castigada o señalada de blasfemia, que desde pequeña he escuchado una voz en mi interior, y que cuando ellas se referían a Dios como alguien que castiga y que condena, la voz me decía: “No es cierto, no lo creas”.
En la década de los años 60, en las enseñanzas religiosas se hacía mucho énfasis en el pecado, el infierno, la culpa, el castigo y el temor a Dios. La palabra temor, lejos de acercarme a Él me alejaba y me hacía sentir culpable. Cualquier falta por pequeña que fuera nos decían que había que confesarla, expiarla, sufrir una consecuencia o castigo, por haberla cometido.
En casa y en el colegio daban lineamientos de comportamiento que se contradecían entre sí. No me dejaras mentir que cuando éramos pequeños, escuchamos de los adultos a nuestro alrededor, mandatos polarizados, con esto me refiero a que la opción opuesta a la instrucción recibida quedaba totalmente descartada. Acá algunos ejemplos de ello:
• “Atrévete” – “Ni se te ocurra”.
• “Decide” – “No te mandas solo”.
• “Prohibido hablarles a los extraños” – “Haz amiguitos”.
• “No cierres la puerta de tu cuarto”- “Confía en mí”.
¿Encuentras las incongruencias?
Yo sí. Lo más probable es que los educadores al igual que nuestros padres, me incluyo en ellos, como madre y como abuela, ni siquiera somos conscientes de las contradicciones en nuestras directrices. He llegado a pensar que el miedo a hacer un mal papel y fallar en la educación de nuestros hijos es tan grande que nos impide ver nuestra incongruencia.
Vive ya, perdona pronto.
El asunto está en que cuando era niña yo no podía identificar de quién o de dónde provenía la voz que escuchaba en mi interior, pero de alguna forma, me hacía más sentido esa voz, que lo que decían las monjas. Toda esa confusión e incertidumbre, más el abuso, me llevaron a la interpretación de que Dios no estaba presente en mi vida y era eso lo que generaba mí, ese sentimiento de vacío tan grande. Convirtiéndose ese vacío (ya en mi edad adulta) en la sombra que más entorpecía mi relación con Él, lo cual puedo hoy agradecer, porque fue precisamente ese vacío lo que me llevó como primera opción a buscarlo fuera de mí.
Lo primero que hice fue buscarlo en la religión, en el libro: “De regreso a Casa”, compartí con más detalle sobre esa búsqueda. Pensé, si ahí es donde hablan de Él seguramente allí mismo encontraré las respuestas. Y si, las encontré, pero como dato curioso, las encontré en todas partes donde las busque. Se manifestó a través de experiencias, no de creencias. Él sabía que era necesario hacerlo de esa manera, para descartar en mi mente cualquier duda sobre su presencia en mi vida.
A partir de entonces ha sido más fácil para mí ir al encuentro de los otros temas que tenía en sombra. En el blog anterior compartí contigo sobre las actitudes, que desde el miedo asumí como mecanismo de sobrevivencia. En el libro: “El Camino” comparto nuevamente a través de testimonios, cómo han sido varios de esos procesos, con la idea que puedas darte cuenta que si yo pude tú también puedes hacerlo.
Lo hermoso de aprender y sanar es que podemos ver los errores propios o ajenos, como parte de la vida somos humanos y los cometemos y cuanto antes lo aceptemos mejor. Lo que marca la diferencia: es aprender a reconocerlos, asumir las consecuencias, dejar de verlos como algo permanente, buscar soluciones, y evitar volver a cometer esos mismos errores. Fallar, errar o equivocarse, no nos condiciona ni nos define. Contrario a eso los errores siempre nos dan la oportunidad de aprender.
Cuando somos pequeños no tenemos miedo a equivocarnos, el miedo lo vamos adquiriendo conforme vamos creciendo y lo peor de ello es que cada día cobra más poder en nuestra vida y en la forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Suspiro al escribir esto: por miedo al castigo, aprendemos a mentir, a negar, a evadir, a justificar o culpar a otros, por temor, a no ser amados, a ser abandonados o a ser rechazados. Cuando somos niños, el rechazo y el abandono, equivalen a muerte, así que, de considerarlo necesario, ocultaremos en la sombra, cualquier aspecto nuestro que pueda poner en peligro que nos amen.
Tips para empezar a identificar lo que tienes en sombra, con el fin de hacer cambios para sanar:
- Disponerte a sanar. Sin esta acción, ningún cambio es posible.
- Abrir tu corazón a dar amor y a recibirlo.
- Observar tus pensamientos.
- Cuestionar tus creencias sin juzgarlas.
- Fijarte en lo que más te molesta y altera de los demás.
- Prestar atención a todo aquello que te causa dolor, que te hiere y no entiendes muy bien el por qué.
- Observar todo lo que juzgas o críticas exageradamente de otros.
El juicio, el desprecio, la crítica, el rechazo, nos convierte en víctimas inconscientes de nuestras emociones. Al reconocer esa parte de nosotros poco visitada, y aceptarla, poco a poco se irá canalizando hacia algo más positivo, hasta llegar a convertirnos en seres que piensan, hablan y actúan de una manera más amorosa.
Luego de varios procesos de sanación para poder finalmente experimentar la presencia de Dios a plenitud en mi vida, y poder tener la certeza que siempre ha estado presente en mí, fue necesario reconocer que la sensación de sentirme separada de Él, surgió porque me perdí en una batalla en la que responsabilizaba a las creencias de mi mamá y de las monjas, de haberme alejado de Él.
El miedo no existe porque creamos que somos inadecuados, sino porque desconocemos lo poderosos que nos hace el amor. Marianne Williamson
En mi viaje a la India en el 2008, terminó la búsqueda, porque estando ahí pude confirmar: que mi paz interior y todo lo que necesitaba para ser feliz ya estaba dentro de mí. Este nuevo conocimiento le dio otro sentido a mi vida. Supe entonces con certeza en mi corazón, que la búsqueda había llegado a su fin.
El siguiente paso a dar, es darle a cada día su propio afán, y consiste en estar lo más presente posible para hacerme consciente de las reacciones de mi mente y las sensaciones en mi cuerpo, porque todo el tiempo me están comunicando el aparecimiento de alguna de mis sombras que está lista ya para ser vista, integrada y sanada.
Carolina Alcázar