La mayoría de nosotros no sabe amar incondicionalmente, porque no hemos sido amados incondicionalmente ni siquiera en nuestra más tierna infancia. Estoy segura que cada uno de nosotros tuvimos padres que nos educaron de la mejor forma que pudieron, con el conocimiento y nivel de consciencia que tenían, y nos dieron todo lo que estaba en sus posibilidades.
Lo más probable es que nos amaron con limitaciones y condiciones, así como probablemente ahora también nosotros estemos amando a nuestros hijos de la misma manera. Condicionamos el amor cuando utilizamos frases como: Sólo si te portas bien te doy lo que quieres, si no haces lo que te digo me vas a hacer sufrir, etc.
A veces tememos que si amamos incondicionalmente a nuestro hijo, tenga las calificaciones que tenga o haga lo que haga, las cosas van a empeorar. Que si le decimos algo como: “Estoy muy molesta por esto que hiciste, pero de todas maneras te amo”, entonces nuestro hijo se aprovechará y hará cosas peores.
¡Pero no hay nada que temer! El amor no genera esos resultados. Tal vez ese hijo “nos ponga a prueba” inconscientemente, sólo para saber dónde está parado, qué esperar y qué no, y entonces repita o hasta incremente esos comportamientos. Sin embargo, tarde o temprano se dará cuenta de que, aunque a veces fallemos, estamos decididos a amarlo incondicionalmente.
Amar incondicionalmente significa que, si hacemos algo por alguien que, si lo agradece o no, si lo aprecia o no, si hace un comentario sarcástico, ese es su problema, porque hemos decidido hacer ese acto incondicional y éste no dependerá de las reacciones del otro. Los actos de amor incondicional nos sanan, nos llenan de paz y luz y ese es el objetivo, por lo tanto, no generes expectativas para que el otro reaccione o sienta de determinada forma. Ámale como es y házselo saber.
Carolina Alcázar