El cuerpo humano es un sistema complejo que alberga una gran cantidad de emociones y experiencias. El trauma es una experiencia que puede tener un impacto profundo en nuestra psique, pero también puede dejar su huella en nuestro cuerpo. En su libro «El Cuerpo Recuerda», la terapeuta y autora Babette Rothschild explora la conexión entre la psicología del trauma y las respuestas corporales que este puede generar.
En su obra, Rothschild argumenta que los traumas pueden tener un impacto duradero en nuestra psique y en nuestro cuerpo. El trauma puede desencadenar una serie de reacciones fisiológicas y emocionales en el cuerpo, desde la liberación de hormonas del estrés hasta la tensión muscular y el dolor. Si bien estas reacciones pueden ser adaptativas en el momento del trauma, pueden persistir mucho después de que el evento haya pasado, lo que lleva a una variedad de problemas físicos y emocionales.
Una de las formas en que el cuerpo recuerda el trauma es a través de la disociación. Durante un evento traumático, el cerebro puede desconectar temporalmente de la realidad como una forma de protección. Este proceso de disociación puede manifestarse en el cuerpo como una sensación de estar desconectado o separado de uno mismo o del mundo. Si no se aborda adecuadamente, la disociación puede persistir durante años después del evento traumático, lo que puede generar una sensación de desconexión crónica.
Otra forma en que el cuerpo recuerda el trauma es a través de la hipervigilancia. La hipervigilancia es una respuesta fisiológica al trauma que puede llevar a una sensación constante de alerta y una respuesta exagerada a los estímulos del entorno. Esto puede manifestarse en el cuerpo como una tensión muscular crónica, dolores de cabeza y problemas digestivos. Si bien la hipervigilancia puede ser útil en el momento del trauma, puede ser perjudicial a largo plazo si se convierte en una respuesta crónica.
La terapia corporal puede ser una forma efectiva de abordar los efectos del trauma en el cuerpo. La terapia corporal se enfoca en trabajar con el cuerpo y las respuestas fisiológicas al trauma como una forma de abordar los problemas emocionales y psicológicos subyacentes. Los enfoques terapéuticos como la terapia sensoriomotora, la terapia somática y la terapia de movimiento rítmico pueden ayudar a liberar la tensión muscular crónica y a abordar la disociación y la hipervigilancia.
Además de la terapia, hay una serie de prácticas de autocuidado que pueden ayudar a abordar los efectos del trauma en el cuerpo. La meditación y la atención plena pueden ayudar a reducir la respuesta del cuerpo al estrés y a fomentar una mayor conciencia corporal. El yoga y otros ejercicios de bajo impacto también pueden ayudar a reducir la tensión muscular y a mejorar la flexibilidad y la movilidad.
En conclusión, el cuerpo recuerda el trauma de muchas formas diferentes. Las respuestas fisiológicas al trauma pueden persistir mucho después de que el evento haya pasado, lo que puede generar una serie de problemas físicos y emocionales. Sin embargo, la terapia corporal y las prácticas de autocuidado pueden ser formas efectivas de abordar los efectos del trauma en el cuerpo y promover la curación. Es importante reconocer que el trauma puede tener un impacto profundo y duradero en nuestro ser, pero también es importante saber que hay formas de abordarlo y superarlo.
Carolina Alcázar